La definición del color representa una gran responsabilidad para todo profesional de la construcción, la remodelación o la creación de espacios habitables; del mismo modo dicha elección afecta a una ocupación comercial, educativa, recreativa, de salud o de otro tipo orientada al uso por parte de seres humanos. Por razones económicas, dicha decisión a menudo se concreta tanto en los acabados como en los estilos, a la vez que suelen dejarse de lado aspectos fundamentales en la medida en que se le ofrecen las opciones al cliente o bien se desarrollan en conjunto, sin saber necesariamente quiénes ocuparán los espacios después de venderlos.
La determinación de aventurarse en las propuestas relacionadas con la elección del color no solo obedece al renombre de una firma de arquitectos, diseñadores o decoradores, puesto que, en su momento, cuando se la estudia como asignatura, corresponde precisar el color o sus contrastes en relación con el diseño de los espacios y su distribución y funcionalidad, entre otros aspectos. Hoy parecería que en los diversos desarrollos de conjuntos habitacionales, pabellones hospitalarios, escuelas y demás tipologías arquitectónicas se uniforma el color por secciones —por ejemplo, en las estancias privadas o mediante cualquier pretexto que las aborde como concepto—, con lo que se arriesga a perder de vista el poder que ejerce el color como agente de la comunicación, puesto que él es el que se ocupa de transmitir subjetivamente sensaciones y emociones.
Desde el ámbito de la psicología del color, se establece que ciertas gamas aplicadas tanto en el interior de un ambiente como en su exterior pueden asignarle al inmueble un determinado carácter o un contenido simbólico de lo que este representa y, del mismo modo, pueden o no incidir en las actitudes de los seres humanos que lo ocupen. Por tal motivo, los profesionales proponen que según el uso que se les dé a interiores y exteriores de inmuebles y muebles, ciertos colores —e incluso ciertos acabados— podrían determinar las características de los resultados sensibles y de los relacionados con la sensación del confort; no obstante, sin tener en cuenta necesariamente esta consideración, parecería que por el volumen no se percatan de los efectos que puedan causar en los habitantes o usuarios de tan distinta necesidad, personalidad y carácter.
La propuesta alrededor de la determinación del color consiste entonces en retomar siempre estos aspectos considerando sus efectos, ya que los cambios políticos, sociales, educativos y conductuales en cada individuo no resultan predecibles; sin embargo, desde el punto de vista ético, dichos aspectos deben sugerirse desde el primer acercamiento con el cliente, según la pauta que nos determina a indagar por las actividades e intereses de cada miembro de la familia, del objetivo de cada giro comercial, del destino del inmueble y del desarrollo del usuario, no solo hay que ceñirse a las cotizaciones y los presupuestos.
En el ámbito académico de la teoría del color está presente lo que algunos estudiosos de la conducta, las culturas, las religiones y las disciplinas orientales proponen, incluso como probables efectos solamente, sin comprometer en absoluto el resultado. Por ejemplo, los tonos cálidos y el apetito, los fríos y la tristeza, los que evocan la naturaleza y su tranquilidad, la tonos de la frescura y la relajación y, por supuesto, todos los contrastes, incluidos los motivos, los materiales, las texturas y los estilos decorativos; de los colores se dice, por ejemplo, lo siguiente:
El rojo sugiere energía, vitalidad, independencia, autonomía, sexualidad, ventas; pero también hiperactividad, insomnio.
El naranja evoca lo lúdico, sensual y sensorial; el apetito.
El amarillo indica estímulo intelectual, buenas relaciones, la memoria, lo racional.
El verde rememora lo natural, la armonía, la tranquilidad, la frescura.
El azul remite a la concentración, el estudio, el entorno personal, la creatividad.
El índigo se relaciona con el misterio, la intuición, la observación, la meditación.
El violeta alude a la creatividad, la armonía, el lujo, el equilibrio.
El rosa está vinculado con la ternura, la delicadeza, la virtud, la aventura, el aislamiento.
El dorado y, en general, los colores metálicos se asocian a la ambición, los logros, el éxito, el reconocimiento.
Así, pues, el arcoíris sigue siendo el motivo de inspiración y también el referente en la entrevista con el cliente.